viernes, 11 de junio de 2010

Como lo vives tu, como lo vivo yo...


Siempre me pregunto el porque de que para algunas mujeres la perdida de sus embarazos es tan terriblemente dura y para otras es algo movilizador, donde dicen no necesitar vivir un duelo porque no lo viven como la muerte de un hijo.
Supongo en una lista interminable que me he hecho que la ignorancia predomina en mucho de esto, por ejemplo:
No creen en la realidad de un hijo porque el embarazo pudo haberse interrumpido en sus primeros tiempos, porque se cree que todavía no era una persona, porque era muy chiquito.
Porque todavía su vientre no se notaba, porque no llegó a sentir las primeras pataditas....
O porque no soñara ese hijo desde toda su realidad, esa que va desde antes de ser concebido.
Hay quienes creen en un hijo solo después de ser parido o después de bastante tiempo compartido fuera del útero menospreciando el valor de esa vida según el tiempo de su existencia.
No puedo tolerar imaginar mi vida sin ninguno de mis otros hijos como pensé que no iba a soportar vivir sin mi angelito...
Cuando mi amorcito dejo de vivir en mi vientre pensé que todo se terminaba ahí, no había nada que me dejara seguir viva, ni siquiera tenía fuerzas para mis otros hijos, no era falta de amor sino todo lo contrario, era un amor que me superaba y me desbordaba el alma y el cuerpo. El tiempo me mostró que jamás iba a dejar de ser madre mientras yo tuviera en mi corazón la convicción de ese amor que viví y que dejó una huella imborrable en mi. Fue así como debí asumir la realidad y sus consecuencias, era la madre de un angelito me gustara o no.
No puedo decir SI! ME GUSTA!! Porque sería lo mas hipócrita de mi vida, se que es un amor tan grande y maravilloso en el que a medida que uno se va dejando adentrar descubre un mundo diferente y completamente desconocido, donde el amor es pleno realmente y nada mas importa, pero hay días en los que quisiéramos no tener que ahondar tanto en este mundo desconocido de nuestros propios sentidos y sentimientos y quisiéramos manejarnos con lo común y cotidiano de lo palpable, y ante la imposibilidad de esto la frustración nos gana la batalla.
No somos ni malas madres, ni es que le ponemos pocas ganas a este amor, simplemente somos madres con los pies en la tierra y atadas a este mundo tan material que vivir el plano espiritual plenamente nos cuesta mucho, como si tuviésemos que vivir en trance permanente para no desconectarnos en la frecuencia de lo real y total y que este suelo nos retenga en esta vida a medias...
A cada una, nuestras manos nos piden tocar esa piel tan suave que jamás descubrimos en un baño.
Nuestros oídos sienten la necesidad de el mas mínimo sonido de su corazón hoy y ahora.
Deseamos oler como si fuera que nos falta el oxigeno que nos mantiene con vida. Hablamos a sus mas pequeños e inmensos recuerdos, mirando aquel objeto, una eco, las ropitas que les preparamos, el test de embarazo, lo que sea que le pertenezca y nos una a ellos porque nuestros ojos y nuestra voz son como un código indescifrable juntos y se necesitan uno al otro para establecer esa conversación.
Con el tiempo esto también lo comprendemos, no son necesarios para estar en contacto con ellos pero si es para nuestro corazón dolido un mimo directo y certero.
Son nuestros tesoros del alma y de esta tierra que pareciera que muchas veces esta sociedad que no comprende nos exige como si fueran la prueba de sus existencias.. aunque aún con ellas mira desconfiada de costado, desvalorizando esta maternidad tan sacrificada y repleta de amor como cualquier otra.
Cada una debe descubrir el porque esta y no de la otra, seguramente hay una respuesta yo por lo pronto subí a esta barca e intento capitanearla, enfrentándome a las tempestades y disfrutando de los días calmos... Buscando que no me ahogue ninguna gran ola y aprendiendo cada día un poco mas de cómo sobrevivir en medio de este naufragio de sueños rotos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario